Wednesday, June 1, 2011

Esa manía de no soltar el teléfono...

Hace un par de días fui a recoger la corbata de mi hermano a la lavandería... No había ningún cliente en línea así que agradecí mi suerte. La señora que atiende se encontraba hablando por celular así que esperé a que soltara el aparatito para atenderme... Llevaba mi recibo en mano, el cual por dicha dejé ir sobre el mostrador, porque este es el momento en el que aún estaría esperando que me atendiera si no lo hubiera hecho.

Ella siguió su conversación como si nada hubiera pasado. Se manejó entre los ganchos con la habilidad de una bailarina de ballet. Encontró la corbata, la puso en el colgador del mostrador y extendió la mano para recibir el dinero.

Yo revisé la corbata. Me pareció que en efecto la mancha había salido, pero como el proceso era especial, me quedé esperando nuevamente, con la mirada fija y el mayor de mi interés en su reacción. Su única respuesta fue un molesto, "Ahí está."

Le pregunté que si la mancha había salido y me respondió con un, "Ajá."

Le di las gracias, tomé la corbata y me retiré.

Ese mismo día, saliendo del parqueo, una muchacha caminaba tranquila hablando por celular entre los carros, inadvertida que al cruzar la calle, casi queda debajo de uno. Otra persona casi pierde la pequeña fracción de segundo en que le permitieron meterse en una larga fila por mantener agarrado su celular en vez de sostener la manivela de su automóvil....

Y así como un par de horas de observación nos dan una pequeña muestra de la increíble necesidad que ha desarrollado el ser humano en hablar por teléfono celular, este pequeño apéndice, aunque nos podría salvar la vida, nos la podría quitar, como conté en el segundo ejemplo.

Lo más triste de todo esto es que en vez de acercarnos a las personas que tenemos lejos, nos aleja de las que tenemos cerca.

Ya no se visita para ver a una persona, sino que se demuestra constancia al mandar 800 mensajes de texto. Ya no se presta atención a alguien cuando se toma un café. Porque los que se toman la molestia de tomarse un café con alguien, lo hacen con el auricular pegado a la oreja. Ya no se maneja bien, no se camina bien, no se come bien, si no es con el teléfono al lado.

Y ni qué hablar del famoso síndrome de apego que más de uno ha desarrollado: se oye timbrar cuando no suena, y se siente vibrar cuando no vibra.

Hemos desarrollado una gran codependencia en un aparato que depende de los demás y no cultivamos nuestras relaciones personales con los demás.

Además de que si es el último modelo de tal marca o no, en una red celular en la que con costos salen y entran llamadas, como lo es la nuestra...

Creen que quedé con ganas de volver a esa lavandería? Si bien es cierto, su función fue lavar la corbata y quitar la mancha y la cumplieron a cabalidad, pero el trato personal fue pésimo, totalmente desentendido y hasta vulgar.

Existen ciertos lugares de trabajo donde hasta se prohibe utilizar el teléfono personal mientras se labora. En cualquier otro caso, una fila de personas hubiera optado por buscar otro lugar donde la prioridad fuera la atención al cliente, no no perder la conversación por bailar entre el vapor de las máquinas de lavado y planchado.

No soy del tipo de personas que anda buscando sonrisas en la calle, pero qué diferencia harían en nuestro día, no?

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